Yo te quise (demasiado), y tú en cambio preferiste apilar corazones rotos en cajetillas de tabaco vacías. ¿Te perdí? ¿Me perdiste? ¿Me perdí? ¿Te perdiste? Nos perdimos. No nos importó pasarnos por encima ni pisarnos con rabia. Mientras tú ganabas cada vez más confianza en tus juegos sucios (aunque eficaces), yo perdía mi orgullo con cada una de tus miradas que rogaban… ¡Qué sé yo! Quise ser fuerte. Y mi autocontrol me ayudó a decir ‘No’, al mismo tiempo que lapidaba mi ímpetu con cada 'hasta la vista'. Quise poder y no pude. Tú me empujaste y yo caí (¡Claro que caí!). Pero el tiempo pasó, ¡Y anda que no llovió desde entonces!, la lluvia se encargó de borrar aquella última despedida en la que uno siente y el otro padece. Se fueron las ganas de extrañarte y me quedé con la peor (o mejor) foto de tu colección, la frágil: Aquella en la que tu boca sonríe pero tus ojos muestran una inmensa soledad y sinsentido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario